viernes, 14 de marzo de 2008

La migración vivida por los niños


“Es que los papás sí son contentos, porque son felices… porque se van, pero las mamás están tristes”, me decía una tarde de hace dos años Catarino, que en ese entonces tenía apenas 7 años. El día en que los conocí a él y a su hermano Bernardino, me contaron que su papá se acababa de ir hacía unos cuantos días a Estados Unidos, y que por eso se habían mudado a casa de Eusebia. Su mamá, embarazada de cinco meses y con dos niños de 3 y un año de edad, no podía cuidarlos y hacer todo el trabajo de la casa ella sola.
Más tarde, luego de haber platicado largo rato, Bernardino, que iba y venía con rostro nervioso y cargando a Augusto, el más pequeño, en sus brazos, se acercó a mí y con una expresión muy seria en el rostro me preguntó: “¿Maestra, qué le podemos dar a mi mamá?, es que ya no come, está enferma”. “¿Y de qué está enferma?”, le pregunté yo a mi vez. “De tristeza”, me dijo él. Los ojitos de Catarino, que estaba sentado en el piso jugando junto a mí, se apagaron de pronto mientras se volvían hacia el rostro de su hermano mayor. A ambos se nos había borrado la sonrisa del rostro.
No hay manera de que una pueda estar preparada para oír algo así de boca de un niño de once años que en unos pocos días ha tenido que madurar lo suficiente como para convertirse en el hombre de la casa, para trabajar en la fresa como el resto de los padres y cuidar de sus tres hermanitos menores y su madre embarazada que, abrumada por la tristeza de ver partir a su esposo y por la incertidumbre y la peligrosidad del viaje, siente que ha perdido las fuerzas y se abandona en una especie de letargo de lágrimas silenciosas. “Abrácenla mucho, ayúdenla, díganle que la quieren. Ésa es la mejor medicina”, fue lo único que se me ocurrió decirle a Bernardino. Él me miró y asintió mientras continuaba arrullando a Augusto en sus brazos, pero no parecía estar muy convencido.

¿Qué les gustaría decirles a sus papás que están allá?
- ¡Muchas cosas!
- Que los queremos mucho.
- Que los extrañamos.
- Que se acuerden de nosotros.
(niños de 2º de primaria)

¿Y qué te dijo tu papá ahora que se fue al Norte Rufino?
- Que me portara yo bien, que no [me] enfermara, que no jugaba, que mejor voy a estar con mi mamá, voy a estudiar.
¿Y tú qué le dijiste a él?
- Le dije que bien que se sienta, que no tome, que trabaje.
(Rufino, 9 años)

No, mi mamá no está aquí, se fue a Estados Unidos y mi papá también. Primero se fue mi papá y mi hermana Rosalina. Luego se fue mi mamá, pero ya no me acuerdo hace cuándo. Yo no vi cuando se fue mi hermana, porque yo estoy durmiendo. Y hay muchos otros que también se fueron. Ella dice que sí está contenta porque ya está bien grande. Allá va a crecer bien rápido. Está trabajando, creo que en la fábrica de pollos. Y mi papá está trabajando del día y de noche. Mi hermana nomás de noche y también mi mamá. Yo tengo mucho pariente que está allá, pero mucho que se murió, se lo mataron allá en Nueva Yor. Mi tío se lo mataron con un cuchillo. Y cuando yo estoy chiquita mi papá ya está en EU y mi mamá también, mi hermano se quedó bien chiquito y mi mamá ya otra vez se fue. Por eso cuando llegó mi papá yo no sabía quién es y yo nada más conocía a mi mamá y yo pensaba quién será ese señor, nosotros ni lo conocíamos.
Florentina, 12 años

Al presidente de Estados Unidos yo le diría que no nos traten mal porque nosotros cuando vienen acá no les hacemos así. Yo le diría que se siente mal que tu papá se tenga que ir y que esté lejos, que lo extrañas y que también a él le cuesta trabajo trabajar y también trabaja de noche y a veces tiene hambre. La migración por un lado es bueno porque él trabaja y nos manda dinero, y el malo es que lo extrañamos mucho.
Jorge, 13 años

Yo ya fui a Estados Unidos. Es muy bonito. Está igual que acá, pero hay mucho árboles ahí. Mi papá fue a trabajar en carnicería, donde venden pollos pues. Tenía que cocinarlos y venderlos. Yo tenía seis años, ya casi no me acuerdo.
Sí me gustó un poquito, me gustaba cómo era el lugar y los ciudades. Había mucha gente y cuando me subía en las grandes casas (edificios) como que me daban ganas de desmayarme. Estuvimos como un año, un año y medio, pero no jui a la escuela. No me quisieron recibir porque era muy chiquito. Luego yo no entendía nada, nomás estaba con mi papá porque mi papá sabía nomás poquito inglés, pero mi mamá no. Mi mamá no trabajaba, nomás se quedaba conmigo. Y yo no tenía amigos ahí. Ni uno. Por eso ya no me gustaría ir, porque a veces me siento muy solo.
Una vez sí nos agarraron y luego nos volvimos a ir. Nos querían llevar por el desierto pero dicen que era muy peligroso, que nos vamos a morir. Es que ahí está muy cerquitas pero ahí sí te puede suceder algo, como tener mucho sed. ¡Y si te ven en el día te disparan! Porque dicen que no somos como ellos. No quieren que váyamos allá, quién sabe por qué.
Paulino, 12 años

Luego mi papá habla desde allá, dice: ¿cómo están?… No sé, habla muchas cosas, que si estamos bien en la escuela… Si estudias bien te compro cosas, me dice. Y mi hermana la que está allá está bien flaquita, se llama Marta. Trabaja en limpiar los discos. A veces, si no tienen trabajo, van con mi tío a buscar trabajos, pero orita ya está trabajando de pollos, y mi papá también. Dice que sí están contentos. Es como un selva donde viven, hay árbol seco. Se llama Alabama, creo. A veces yo me pongo a llorar. Es que como él está triste allá, nosotros también nos da tristeza. Dice mi papá que va a venir, va a llegar, pero no sé cuándo. Cuando habla dice que le eche yo gana, que voy a estudiar, que trabajamos mucho, pero yo mi corazón está triste.
Eusebia, 10 años
* Publicado en: Matria, suplemento mensual de La Jornada de Oriente http://www.lajornadadeoriente.com.mx/suplementos/matria.php

2 comentarios:

Unknown dijo...

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Unknown dijo...

http://www.oem.com.mx/oem/notas/n513816.htm
esto sobre la ONU