viernes, 14 de marzo de 2008

Yo lo sé porque la historia cuenta



Allá en mi pueblo, atrás de las montañas, hay un hoyote como de veinte metros donde ahora echan la basura. Ése ya estaba cuando estaban nuestros tatarabuelos y ellos decían que allí estaban sus dioses, pero ahora ya está pura basura. Dicen algunos que esos dioses eran de su imaginación, que salían por sus sueños. Ellos los veían pero los demás no. Los que creían los veían. Y según que ahí donde estaban los dioses era el fin de la tierra. Nadie podía llegar. Se terminaba el camino.
Pero luego fue el presidente municipal y visitó ahí y dijo: “en este pozo como no hay nada vamos a tirar la basura”, según dijo que ahí estaba muy feo. Y algunos viejitos decían: “¡No!, ahí están nuestros dioses”, pero los más jóvenes no creían. Y mi abuelita me dijo que en ese pozo su papá y su abuelito vieron un dios, iban pasando y lo vieron. Según que eran altos y tenían bigotes (risas). Es que en mi pueblo antes se creía en muchos dioses, pero ahora ya no. Nosotros les decimos dioshi en mixteco.
Antes hasta mataban allá en mi pueblo, los quemaban a las gentes, los colgaban a los que hacían malo. Decían: “esta es la comida de nuestro dios”, a los que robaban, a los que se acostaban con la esposa de otros. A veces hasta quemaban a mujeres. Eso fue hace más de que nacieran mis tatarabuelos. Yo lo sé porque la historia cuenta, porque los tatarabuelos lo contaron. Mi tatarabuelo le contó a mi bisabuelo, mi bisabuelo le contó a mi abuelito, mi abuelito me está contando a mí.


- Neftalí Guevara Moreno, 13 años.


En este pequeño relato Neftalí, niño mixteco originario de la Montaña de Guerrero, nos guía sutilmente hacia una importante reflexión que quizás algún día logre la recuperación y la reconstrucción de una nueva y más respetuosa relación con nuestro planeta: el vínculo que los pueblos indígenas guardan -o solían guardar- con la naturaleza.
Al percibir a la naturaleza como deificada, es decir sagrada, los pueblos indígenas del mundo sostienen con ella una relación de reciprocidad, considerándose a sí mismos como una parte más del mundo vivo cuyo papel en el sostenimiento y la continuación del universo tiene la misma importancia que el de una hormiga, un león o una ballena. Considerando al equilibrio como el estado ideal, tanto en el plano cósmico como a nivel individual, nada que pudiera alterarlo es benéfico para la naturaleza ni para la comunidad.
Pero poco a poco hemos ido apartándonos de esta voluntad de vivir en armonía y reciprocidad con el medio ambiente. Las sociedades modernas se caracterizan por percibir a la naturaleza como un bien que cualquiera que cuente con los medios necesarios puede explotar hasta el hartazgo o la extinción, sin de ninguna manera sentirse obligado a retribuir o corresponder al planeta por ello. Hemos dejado de mirar a la naturaleza como un ente viviente, sagrado e inteligente. Capaz de fecundar, reproducirse, transformarse y hasta de curarse a sí mismo cuando se lo permitimos.
De esta manera, lo que hace muchas generaciones era una barranca sagrada en el pueblo de Neftalí (que él y su familia han abandonado a causa de la extrema pobreza), el lugar donde habitaban los dioses y se creía que finalizaba el mundo, hoy es un basurero municipal. Gracias a la nula sensibilidad de las autoridades, a la pérdida de las creencias y a la carencia de conocimiento alguno de cómo solucionar el problema de la basura en el municipio, en Metlatónoc, como en muchos pueblos de México, la basura es simplemente arrojada a las barrancas, a las cuencas de los ríos, depositada en cuevas o abandonada en las afueras de las comunidades. Precisamente en los lugares donde antes solían habitar los dioses hoy no hay más que basura. Casi puedo imaginarme a las antiguas deidades, viviendo entre los desperdicios, el plástico y los desechos, como indigentes o pepenadores. Olvidados y confinados al exilio porque antes solían venir en sueños pero hoy ya nadie cree y no se sueña más con ellos.
Los bosques donde solían morar los seres sagrados y los habitantes de las comunidades de la montaña podían obtener su alimento, animal y vegetal, hoy están siendo arrasados por taladores clandestinos, quienes contratan a la gente de las comunidades para acabar con el último y más valioso patrimonio que les queda: la tierra, el agua, el aire. Muchas veces la gente de los municipios aislados y empobrecidos del país no encuentra otra alternativa para sobrevivir que saqueo y la venta clandestina de su herencia natural empeñando con ello, irónicamente, su propio futuro.
La otra alternativa siempre será migrar. Pero deterioro ambiental y migración van de la mano, son parte del mismo círculo vicioso de empobrecimiento-devastación ambiental-migración-marginación. La región de la Mixteca, que abarca un amplio territorio que comprende el extremo sur de Puebla, el noreste de Oaxaca y una franja en el oriente de Guerrero, es hoy una de las regiones más pobres y ecológicamente más devastadas del país. Es una de las principales zonas de expulsión laboral y tiene además uno de los mayores índices de migración internacional de México.
Una de las principales causas de esto ha sido la indiscriminada explotación de los recursos naturales de la zona. Como indica Rodolfo Pastor en su libro sobre la mixteca, al tiempo de la conquista esta región era próspera y fértil, pero los cambios impuestos por la economía colonial, enfocada a la explotación agrícola, como la deforestación y la imposición de nuevas técnicas de cultivo ajenas al mantenimiento de los suelos, provocaron un deterioro ecológico que no se ha revertido desde entonces porque desde entonces no se ha hecho nada para lograrlo.
Según Carol Nagengast, actualmente la extensión de tierra cultivada en la Mixteca con cosechas básicas como el maíz se ha reducido desde los años sesenta y la productividad de la tierra en general ha decaído considerablemente. Si la gente no encuentra alternativas para subsistir echará mano de aquellos recursos que tiene a su disposición y que pertenecen a quien no le reclamará nunca una renta o un porcentaje de sus ganancias: la naturaleza.
La pobreza trae consigo el deterioro ambiental. Éste llama a más pobreza y más migración. El problema es complejo, la solución debe ser compleja también. Una solución que contemple los diversos elementos de la problemática y los aborde desde perspectivas multidisciplinarias, que incluyan las opiniones, las costumbres y las necesidades de la gente.



* Publicado en: Matria, suplemento mensual de La Jornada de Oriente http://www.lajornadadeoriente.com.mx/suplementos/matria.php

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